Me preguntó mi acompañante cuando entramos a la feria más renombrada del momento, o por lo menos la más famosa. Las ferias se volvieron una rutina en mi vida, pero también un relato que cuenta qué es lo que está pasando con el arte de ahora, cómo y en qué están pensando los creadores, los críticos, los curadores y los mercaderes del arte. O por lo menos es lo que uno encuentra en esa feria aparte del cuestionamiento por las referencias artísticas que tenemos, qué se cuestionan las nuevas generaciones, cómo está evolucionando el mundo. ¿Cómo vemos estas obras y las de un museo? Me quedó resonando la pregunta de mi acompañante durante todo el recorrido, aunque fue fácil y difícil contestar. Las de los museos ya están instauradas en una valoración de nivel superior, o por lo menos para el campo del arte; es decir, los artistas que allí se exponen y sus obras ya están aprobadas, institucionalizadas, evaluadas y reguladas según ciertas miradas y gustos aceptados que las hacen “admirables” obras de arte. Pertenecen y tienen ya cierta importancia en el campo artístico. Las de este circuito ya pertenecen también de alguna manera a un mercado y a ese estatus, pero se siguen valorizando, algunas, y otras obras están visibilizándose por primera vez. ¿Qué marca al estatus, que lo resignifica, que lo im/pone o lo reivindica? Es decir, recorremos al interior de una feria comercial de arte una serie de obras representadas por ciertas galerías, que reconocen en sus artistas una importancia simbólica y financiera en sus obras; asisten a ellas miembros de este campo del arte que las juzgará y entrará a reconocer su valor estético y por ende, reasignará ese valor aumentándolo o disminuyéndolo. La feria se abre al otro público interesado en la compra -algunos-, otros en la contemplación, -como la del museo-. ¿En qué se diferencian estas obras? Podrían aparecer posteriormente en un museo, dado el valor que la historia y el campo le vaya asignando, dado el reconocimiento que vaya adquiriendo el artista y cuando se considere un aporte a esa categoría establecida por el director, el coordinador de colecciones o el curador.
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Las imágenes fueron tomadas sin fines comerciales de:
Fotografías cedidas por la autora.
2 Comentarios
Hola Caro.
El arte contemporáneo muchas veces me lleva a formularme preguntas como las que tú presentas. Estoy convencido de que es necesario “saber leer” las obras, pero lo que no siempre puedo comprender es en qué consiste ese saberlas leer. Quizá resulta inapropiado leer el arte de hoy en día con los canones de antaño, pero las preguntas insisten: ¿Cuál es entonces el canon de hoy? ¿Hay uno?
En general concuerdo con varias de tus reflexiones, pero sobre todo, resalto tu interés por cuestionar las ferias de arte (ahora que están de moda en Colombia y en muchos lugares del mundo), desacralizarlas y verlas desde otros puntos de vista.
Solo discordo en una idea que presentas al comienzo de la crónica sobre la función del arte como estetizador o embellecedor de lo feo. Y esto, porque si todos los procesos de “estetización” llevan a lo bello, tendríamos que aceptar que la fealdad está ausente en el arte. Desde Adorno y con Eco, me gusta pensar que al arte lo último que le interesa es la belleza, al arte le importa lo estético: eso que podemos experimentar frente a la obra sin necesidad de afear lo bello o embellecer lo feo. Lo feo es tan estético como lo bello porque sin importar su condición, tiene la capacidad de producir en el espectador experiencias estéticas. Podríamos extendernos en esta discusión y entrar a hablar más de canon y “formas de leer” el arte contemporáneo, pero si el asunto se nos convierte en camisa de fuerza tiramos el arte a la basura.
Me satisface mucho leerte nuevamente, extrañaba tu estilo y tus reflexiones.
Entiendo tu divergencia claramente porque ese término “embellecer” se puede comprender literalmente en el sentido clásico de belleza, y no me refiero a eso porque entonces sería obvio que lo que consideramos socialmente o moralmente feo o artísticamente feo no entraría en el arte. Precisamente aclaro que el arte está reformulando constantemente esta categoría, y si algo lo ha hecho es el arte contemporáneo. Pero siempre he pensado que lo estético no se refiere a adornar algo que es “feo” u horroroso y volverlo armonioso o con criterios clásicos de lo bello, sino a entender la belleza dentro de lo feo, o por lo menos eso nos muestra Baudelaire, que hay algo extremadamente bello dentro del horror, la muerte o la miseria. Tal vez el término más preciso es estetizar, pero en el fondo creo que el arte sí quiere encontrar lo bello, precisamente mostrarnos que algo asqueroso es asqueroso en la “realidad” o la tragedia es terrible en ella; pero en un cuadro, en una obra escénica o en un performance puede ser terriblemente sublime, porque precisamente nos sacó de esa realidad, nos hizo ver, a través del arte que eso es también bello. Sublime. Tal vez, sublime y catártico, sea el término . Pero da para una discusión larga.