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Si bien la revolución poética de William Blake instituye un ataque frontal a las leyes morales y a la expropiación de la voluntad, por medio de la imposición de código; la propuesta de la voluntad de poder del filósofo alemán se enfoca en un objetivo paralelo, denunciar cómo la sumisión de la tradición occidental hace que el hombre se sustraiga de su condición de soberanía bajo el manto de las promesas y bondades que recibirá cuando deje este mundo.
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Este último libro, el cuarto dentro del decálogo de ficción que tiene Copi, es una novela corta, epistolar y fabulada, una que, contrario a las de Esopo, La Fontaine, Samaniego y demás fabulistas con las que crecimos las generaciones pre-Nickelodeon, se me antojó inmoral, psicótica, obscena, violenta, imprevisible, transgresora, alucinada, censurable, impía, pedófila, abrupta, iconoclasta, despiadada, apocalíptica, hereje, pornográfica, irreal, festiva, rabiosa, ilegal, excremental y delirante. En una palabra: ¡fabulosa!
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Si bien la revolución poética de William Blake instituye un ataque frontal a las leyes morales y a la expropiación de la voluntad, por medio de la imposición de código; la propuesta de la voluntad de poder del filósofo alemán se enfoca en un objetivo paralelo, denunciar cómo la sumisión de la tradición occidental hace que el hombre se sustraiga de su condición de soberanía bajo el manto de las promesas y bondades que recibirá cuando deje este mundo.
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La verdad es que salí de aquel local en silencio y con las manos vacías: no hallé ni las crónicas de Dylan, ni los poemas de Morrison, ni las novelas de Cave, ni las memorias de Smith, ni las reflexiones de Solari. Era una librería y no una tienda de discos, en efecto. Lo que olvidó mencionar el viejo es que, así como el rock no nació siendo música, tampoco nació siendo literatura, pero eso no evita que lo sea.
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El doble, la segunda novela de Dostoiewsky , aquella en la que cuenta la historia de Yákov Petróvich Goliadkin, un tipo ni muy inteligente ni particularmente tonto, ni millonario ni pobre, ni del todo amable pero tampoco antisocial; simplemente un gris burócrata como tantos en la San Petersburgo imperial.
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El doble, la segunda novela de Dostoiewsky , aquella en la que cuenta la historia de Yákov Petróvich Goliadkin, un tipo ni muy inteligente ni particularmente tonto, ni millonario ni pobre, ni del todo amable pero tampoco antisocial; simplemente un gris burócrata como tantos en la San Petersburgo imperial.