AUTOR: Federico García Del Castillo
FECHA DE PUBLICACIÓN: 27-04-2023
Recordando a Santiago
Hace ya 3 años se fue Santiago García, maestro y creador de teatro, de lo que se denomina el Nuevo Teatro Colombiano y la Creación Colectiva.
Al maestro García lo conocí en la ENAD, Escuela Nacional de Arte Dramático, pero lo tenía referenciado como creador de La Casa de la Cultura La Candelaria en los finales de los años 60, por intermedio del fotógrafo Abdu Eljaiek. Justo cuando yo cumplí 10 años y daba pequeños conciertos de piano.
Mi padre Fausto Cabrera, regresó de su exilio en el año 78, y yo había terminado mi carrera en Arte Dramático en la Escuela de Teatro de Bogotá, hoy la ASAB. En la fuerte división de las izquierdas colombianas a principios de los años 60, -que crearon las diversas vertientes de partidos y se crearon unas grietas ideológicas y conceptuales alrededor de lo que debía ser la cultura y el arte-, se rompió la amistad y el colegaje entre ellos. Había, sin duda, grandes diferencias. Fausto, como uno de los tres primeros directores de televisión desde el año 54, aceptó ser el asistente del maestro Seki Sano, japonés, que el General Rojas Pinilla había traído para que dictará clases de actuación a quienes trabajaban en la televisión del momento, (Conservo los apuntes a mano de esos talleres). Junto a los actores alumnos de la televisión, se incluyeron varios estudiantes universitarios interesados en el teatro, no en la televisión. Desde ese punto ya existía una diferencia. Fausto era de teatro, televisión y cine.
Luego de la expulsión de Seki Sano, por chismes políticos que la dictadura no aceptó, sus alumnos decidieron crear el grupo de teatro el Búho, y su director fué Fausto Cabrera quién arrendó y subvencionó la sede, creó un comité de apoyo económico entre los intelectuales de la época, empezando por el maestro Zalamea, Gloria Valencia y otros. De los ensayos y montajes surgieron varios de los grandes directores, dramaturgos y gestores teatrales de Colombia, entre ellos Santiago, a quien se le encomendaron varios montajes que marcaron una huella propia. Con el tiempo, las divisiones ideológicas dejaron huellas personales, y también grandes gestas culturales por parte de cada uno de los actores y directores.
Cuando empecé a trabajar con Fausto, por diversas causas dolorosas, con la muerte de su asistente de dirección, asumí ser su mano derecha. Y en el año 79 durante el Festival Nacional de Teatro, yo era muy fanático del Teatro Libre, del cuál fui actor invitado muchos años después, e invité a Fausto a una función del Rey Lear. Pero aproveché porque ahí estaban Santiago y el otro gran coloso del teatro, Enrique Buenaventura, con quién nos sentábamos siempre en las mismas butacas y conversábamos con mucho respeto, logré el reencuentro de los tres, después de años de división y distancia.
Luego de nuestro estreno exitoso y larga temporada de Otelo, en el Teatro Colón, dos años después, el maestro Santiago, generosamente, nos cedió la sala de La Candelaria, para presentar nuestro segundo montaje en la nueva etapa del Teatro el Búho. Allí estuvo todas las noches de la temporada y la amistad se restauró.
Algunos años después estudié la creación colectiva, ahí, en la Candelaria, con nuestro querido actor y director, Álvaro Rodríguez. El maestro García, siempre estaba apoyando y dando conceptos sobre su método.
Luego, con Fausto, trabajamos en todos los principales teatros del país. La diferencia con Santiago era que Fausto era un consentido de los presidentes y ministros y de Gloria Zea, lo cual con sentido incluyente y no sectario, por parte de Fausto, nos permitía trabajar cómodamente por todo el país, sin dejar de lado la crítica severa, de resistencia, de sátira contra el sistema, en cada uno de nuestros montajes y llevarlos por todo el país, sin vender su posición política de izquierda, y, sobre todo, de Realizar, Hacer, y Mostrar su trabajo a los obreros y estudiantes, y Estar en acción sobre las tablas, o frente a las cámaras.
Son formas diferentes de ver la vida y la relación con el poder.
Santiago tuvo sus formas, y sus maneras de hacer una gran labor y dejar un legado inmenso tanto en repertorio como en forma de trabajo.
Cuando obtuve mi licencia de actor profesional, mis evaluadores, únicos en el salón, fueron Santiago García, Paco Barrero, y Germán Moure, al terminar mi monólogo, Santiago los invitó a darme un aplauso y darme la bienvenida, preguntando de dónde venía yo. Y le recordé quien era y cómo nos habíamos conocido. Hombre gracioso y generoso.
Un vacío resuena en los teatros con la muerte del brillante maestro Santiago García. Siempre mi gran respeto y admiración a su obra y su talento.
Federico García Del Castillo.
Crónicas de un albañil en su andamio.
Periodista y actor bogotano.
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